En inglés hay un término muy útil: self-consciousness, algo así como la inhibición o la muy mexicana “pena” que se siente cuando se está en una situación incómoda. Cuando se tiene ese estar cohibido, las ideas de autodestrucción, desde la más leves a las extremas, salen a relucir. Ser self-concious implica ser compulsivamente egocéntrico, un tio narcisista total.
En algo así una piensa al escuchar las letras de Brat, el nuevo álbum de Charli XCX. Vulnerable como si ser famoso fuera una peso insoportable… y seguramente lo es: es difícil imaginar lo que es ser perseguido por los paparazzi día y noche, es una incomodidad que en realidad solo los famosos conocen, incluso en estos días en los que todos somos presa del escrutinio y la funa.
“I don’t wanna share space, I don’t want to force a smile” canta en “Sympathy is a Knife”, una de las mejores canciones de Brat, el disco más reciente de Charli. Ay, pues sí, la fama puede ser una cárcel. Otro ejemplo es el estribillo de “Von Dutch”, el primer sencillo del disco: “I’m the fantasy, I’m your number one”. Se refiere a una relación malsana y obsesiva, que bien puede ser romántica o un retrato de la relación de una estrella con los fans.
Dicho lo anterior, en esa experiencia tan de influencer hay esquinas en la música de Charli XCX con las que nosotros los mortales podemos identificarnos (¿qué sería de la música pop si no sintiéramos que cada canción habla de nosotros mismos?). Por ejemplo, en “Apple”, Charli canta sobre esas relaciones que acaban siendo tan intensas que al final son asfixiantes y uno sólo quiere agarrar el próximo avión a Australia. “Club Classics” es un himno bailable y al mismo tiempo melancólico: qué sería de la vida en los clubes sin los clásicos más revisitados, qué sería de nuestra vida sin el impulso de festejar incluso cuando el fin del mundo nos acecha.
En general brat es un buen disco de pop, muy bubblegum, bailable y que no teme parecer por momentos un fusil de las letras de Lana del Rey, pues finalmente Del Rey ha influido a toda su generación—y a la siguiente— de rock, pop y folk.
Como han señalado algunos críticos, Brat es un buen álbum, aunque el viaje resulta muy self-conscious para ser realmente disfrutado como una obra ciento por ciento pop, algo lloroso para que las canciones sean la estrella de la playlist del verano. En mi opinión esa es la fuerza del álbum: es algo más que los club classics a los que canta, también es una colección de gritos de guerra generacionales.
