Sucede cada cierto tiempo: estilos que se creían bien superados regresan a las nuevas generaciones que los reinterpretan. Los millennials recuperaron los ochenta, la década en la que nacieron y no recordaban. Había en ese rescate una forma de ironía que ofendió a la generación X.
Las nuevas generaciones no hacen reverencia a lo que les precedió.
Hoy la generación Centennial y la Alfa están haciendo lo propio con el grunge. ¿Cómo, no habíamos ya matado al rock alternativo, la franela y las combat boots? ¿No habíamos superado el hartazgo emocional que simbolizaba Nirvana, Pearl Jam, Jane's Addiction? La respuesta a ambas preguntas es afirmativa.
¿Entonces qué pasó, por qué volvemos a ver adolescentes con camisas de franela amarradas en la cintura? Volvemos a 1994.
El grunge nació en los noventa en Seattle. Bandas locales como Nirvana y Pearl Jam que del underground explotaron para su propia sorpresa y saltaron de tocar en salas y cantinas oscuras a la portada de Rolling Stone.
Su teenage angst contagió a una generación desencantada de los excesos ochenteros.
Con jeans rotos, botas Dr. Martens y look de leñador, los grungeros crearon sin querer un estilo que definió la estética de una época. Los rockeros vieron la tendencia con cierto desdén, pero la máquina de la moda no se detiene: se alimenta de la cultura del momento, en especial el streetwear, que se alimenta de lo que sucede en las calles todos los días y no necesariamente en las pasarelas. Después los diseñadores toman nota y las ondas callejeras llegan al mundo de la alta costura.
Al llegar al siglo XXI, el grunge murió. Llegó la moda de la música electrónica, los raves, la moda minimalista y los emo tomaron la furia juvenil como si ellos mismos la hubieran inventado. El grunge murió, sí. Sus acólitos crecieron y llevaron su tedio existencial a una vida común de oficina, suburbios y trabajos de 9-5.
Pero, ah: esos muertos que vos enterráis están más vivos que nunca, viven en las sombras esperando volver a atacar en la medianoche. Muerta viviente, la moda nunca deja de respirar. Vuelve.
El grunge se reinventó. No es que las nuevas generaciones escuchen de nuevo a Nirvana (el rock ya solo un género musical más, no un grito de resistencia como en los noventa), es que las t-shirts con la icónica carita feliz del grupo de Kurt Cobain están en todas partes usadas por adolescentes y universitarios veinteañeros. Se trata más de una marca de estilo que un género musical.
¿Qué debes llevar para entrarle a esta tendencia?
Básico: los jeans desgastados. Muchas marcas ya los venden rotos y prewashed, pero también es cool que los desgastes tú mismo con utensilios metálicos para raspar y cortar las rodillas del pantalón.
¿Combat boots? Sí, pero no únicamente: Kurt Cobain amaba los Converse Chuck intervenidos por todas partes con los nombres de las bandas que influyeron en el sonido de Nirvana. Haz lo mismo para que se note que tienes cultural awareness.
Beanie hats. El grunge es hijo del boho chic. Que te veas como si siempre estuvieras dispuesto a dormir a la intemperie con gorros para el frío, aunque afuera esté a 30 grados. Lo mismo aplica para las camisas de franela, el accesorio y prenda clave de la tendencia: póntela como top, pero también vale solo usarla amarrada a la cadera como un accesorio. ¿De plano te acaloras? Aguanta: el estilo ante todo.
Vestidos largos. Courtney Love, la it-girl del grunge, siempre usó vestidos amplios combinados con estilos de cabello extremos y botas negras (mientras más toscas, mejor). Rockea la onda boho, pero no temas usar colores vivos y audaces. Las riot girls definieron esta tendencia acompañada con accesorios como gafas de sol vintage y collares de cuero con colguijes hippies.
