Allá por 1999, literalmente el siglo pasado, el pop se hacía con todas las listas de hits. Desde Britney Spears y Christina Aguilera hasta NSYNC y los Back Street Boys, la escena pop era gobernada por canciones pegajosas sin mayor consecuencia, baladitas típicas al amor y rolas con coreografías para table dance. No hay que ignorar el hip hop de la época, que también era parte del mainstream, pero el rock, ¿dónde estaba el rock? Después de que en los noventa el rock alternativo fue el veneno of choice, ya hacia finales de la década se sentía ya bien rancio. El rock no tenía lugar en una inercia de los tiempos que prefería echar la fiesta porque el milenio se acababa y quién sabe qué nos esperaba más allá del horizonte. Nel, ya había demasiada duda en el ambiente como para podernos igual de depresivos que los rockstars a la Kurt Cobain. Then, pop it is.
Pero resultó que en ese caldo de cultivo el pop y el hip hop se aparearon y dieron como origen a bandas como Linkin Park, Limp Bizkit, Korn y Deftones. El rock renació bajo un nombre de batalla nuevo: el nü metal.
El nü metal fue el himno de la era Y2K. Para los millennials que fueron niños y adolescentes en aquellos tiempos, Linkin Park es parte de la banda sonora básica, cantos a la desesperación de los growing pains de quienes crecieron con el nuevo milenio respirándoles en la nuca.
Pero para los hypebeasts gen z obsesionados con la moda dosmilera, Linkin Park tiene que ser redescubierta como la banda más exitosa de esa era.
Linkin Park renació este año después de una tragedia. Con From Zero, el primer álbum del grupo desde el suicidio de Chester Bennington, su vocalista y líder carismático, Linkin vive una forma de la resurgencia a lo fénix metalero. Para decirlo con sus letras: From Zero es un descaro, la producción con la que debemos considerar a Linkin Park como una fuerza que debe ser reconocida.
Y llega con una nueva voz, la de Emily Armstron, y eso es lo mejor que pudo pasarle a la banda.
El metal sinfónico siempre ha tenido mujeres vocalistas y el nü metal también ha tenido sus divas, pero Linkin Park no es un acto que relaciones de inmediato con chavas: su fandom original estaba formado por adolescentes varones cansados del desprecio de las mujeres, una serie de cantos al desasosiego puberto del sexo insatisfecho (¿himnos incels? Casi, pero los fans clavados no lo reconocen así).
Emily Armstrong no borra la herencia de Chester Bennington pero escribe su propio legado. Miren, la reseñista que esto escribe nunca fue fan de la voz de Bennington pero reconozco que era la más emblemática del nü metal. Imposible pensar en Linkin Park sin recordar su manera de gritar como alma en pena. Pero con la voz de Armstrong la banda renace. Tienen un sonido totalmente nuevo, inesperado. Mike Shinoda sigue rapeando his heart away, pero es la voz de Emily la estrella del disco. Desde cero, desde la nada, Emily sobre heroísmos que penden de un hilo como si se tratara de gritos de guerra. Hay siempre algo en riesgo. Qué maravilla poder decir esto de una pieza pop.
Armstrong es una voz que hace pedazos todo lo que se podría esperar de un disco de nü metal. Emily es la mejor razón para ir a ver a Linkin Park en la gira de From Zero. Si hace falta decir más, sólo hay que darle una buena vuelta al álbum. La furia y la filosofía del martirio de Linkin Park están aquí y no se van a ir por un buen rato. ¿Será que Linkin encabece un nuevo renacer del rock? Ya lo dirán TikTok y los centennials. Al rock le urgía un trancazo como cada una de las canciones de From Zero. Como de banshees en anfetas, las intervenciones de Armstrong son imborrables. Yo que ustedes ya tendría mis boletos para ver ese prodigio.
