Cuando ves una pieza de arte que está a punto de convertirse en parte de tu vida, you just know it.
Me sentí de inmediato: así pasa.
No puede, sino interrumpir la conversación entre dos extraños con los que no compartimos lengua: una mezcla de español, inglés y rumano me permitió platicar con Sebastian Iacob.
Pintor, sus cuadros en pequeño formato me parecieron hermosos, una mezcla de grafiti con óleo tradicional, un arte que es al mismo tiempo narrativo como plástico, bailable.
Sus formas se entienden por completo: he ahí una chava en medio de un rave, el club oscuro y la luz de la cabina del DJ es lo único que nos permite ver la escena. Oscuridad y aislamiento. “Es la vida, la soledad, del DJ”, me explica Sebastian, él mismo un DJ ocasional. Sí, las pinturas de Sebastian son mi postal favorita de la Semana del Arte 2024.
Platicar con artistas es una de las oportunidades de las ferias de arte independientes. Estamos en la Ciudad de México, en plena Semana del Arte. Hay, se siente, un aura magnética. El arte se puede vivir como una experiencia completa. La Semana del Arte antes era una fiesta exclusiva para coleccionistas y gente rara, ahora tiene un magnetismo que atrae también a varios mirones y otras criaturas que sólo queremos ver arte.
Zona Maco, la feria que lo originó todo hace dos décadas, ha cambiado en la última década. Creó una mala fama por varios años entre el público que se burlaba de sus piezas que-no-parecen/son-arte y que cuestan lo mismo que el enganche de un departamento chilango.
Pero este año esas burlas se revirtieron: la feria se vio llena de nuevo arte que ya no es instalación pura ni videos extraños, ni puestas en escena dudosas. El arte en Maco ha evolucionado regresando.
¿A qué? Un arte más cercano, orgánico.
En la edición 2024 de la feria, hubo pintura, foto, video narrativo y sí, también un arte incómodo y el archivanguardista sin el que una Semana del Arte, una Maco, no podría entenderse, porque el arte tiene que hacernos mirar, oír, experimentar también lo que no queremos ver y que, si es exitoso, cambia la perspectiva con la que nos acercamos al mundo.
Se puede hacer arte de cualquier cosa, de cualquier material. El arte no es concurso de malabares, es más bien una mesa de carnicero: crudo, ineludible, violento.
Maco, la feria que a punta de obstinación y buena publicidad se ha convertido en la cita más importante de arte contemporáneo en Latinoamérica, estuvo repleta de coleccionistas bañados de dólares, pero un fenómeno nuevo tuvo lugar este año: muchos artistas jóvenes (muy jóvenes, estamos hablando de veinteañeros pránganas, de cuasiadolescentes que no vienen a comprar, no, vienen a “experimentar”) tuvieron sus primeras experiencias como público en esta Maco.
A los dudes los veías por todas partes, hambrientos. Ay, ay, qué bonita la chaviza.
Me gustó Maco este año, pero por fortuna de todos, Maco no es la única feria que sucede en la ciudad. Ferias más pequeñas y cercanas, recorridos por galerías, fiestas nocturnas en museos. La Semana del Arte es muy divertida.
Están las ferias independientes. La que más disfruté este año fue QiPo, feria de artistas por artistas (ahora explico este aparente pleonasmo). Fue en QiPo donde conocí el arte de Sebastian Iacob.
QiPo lleva una década creciendo. De ser una feria alternativa ha pasado a ser parte necesaria del circuito que es la Semana de Arte. ¿Por qué digo que es una feria de artistas por artistas? Porque a diferencia de otras ferias, aquí las galerías son manejadas por artistas que al mismo tiempo de que crean, promueven y venden el arte de sus colegas. Son galeristas con un pie en las aguas del arte y otro en el más veloz y cruel río del mercado.
Regresemos a Sebastian Iacob y sus colegas rumanos. Etaj, la galería que representa Iacob, es un ejemplo de galería de artistas para artistas. Fue creada en una bodega okupa en Bucarest.
Un cliché: los pennyless artists que viven al margen de la falsa sociedad. Sí, sería un cliché si no fuera porque Etaj hace dinero para creadores como Iacob sin robarles un porcentaje absurdo por “el privilegio” de ser parte de una galería. Etaj tiene reparte un justo de un 20% para la galería, 80% para el artista. Son números muy generosos.
Estas galerías están listas para sostenerse con todo tipo de jugarretas y recursos. Por ejemplo la galería californiana Vinegar no vende únicamente a sus artistas, ha creado una serie de souvenirs que van desde jabones y tote bags hasta botellas de perfume que, para mi decepción, no emiten el aroma cítrico del vinagre fresco.
Ioana Aron es otra de las artistas que Etaj trajo a QiPo. Sus obras son tan personales como políticas. Un cartel: “I miss the stars, what do you miss?”.
Aron colgó carteles en el centro de Bucarest con esa pregunta: what do you miss?, ¿qué extrañas de esta ciudad que está desapareciendo?
Bucarest, como varias ciudades que crecen, está desapareciendo su viejo centro histórico para hacerlo más brillante, más moderno, más al estilo Wall Street y menos ciudad medieval. El arte de Aron quiere dejar constancia de ese mundo que se desvanece: what do you miss.
Mis amigos rumanos (me invitan a tomar un trago y ya los siento como cuates, desgraciadamente tengo que declinar la invitación porque, por los dioses, estoy trabajando) vienen por primera vez a México y QiPo es su primera conexión con el mercado del arte latinoamericano. Espero que les haya ido bien con los coleccionistas.
Parto hacia otros stands y topo con Eitoeiko, galería de arte de Tokio. Su arte me parece muy interesante, una mezcla del arte clásico japonés a género cambiado. Piensa en lo que llamarías “arte clásico japonés”, ¿qué ves? Samuráis, ¿no? Dragones y tigres, muestras de hombría. En Eitoeiko la dibujante y grabadora Yoko Kimura recorre la historia del arte de su país y convierte en mujeres a los dragones-tigres-samuráis. Las escenas sexuales que también son parte del arte japonés se convierten en orgías de mujeres dominantes. Fascinante, más arte que me gustaría que los coleccionistas compraran.
Hay, por su-pollo, también artistas mexicanos. Awol me pareció el proyecto mexicano más atractivo. La instalación “El sol de la noche”, hecha en tándem por Ricardo Sierra y el estadounidense Jim Ovelmen, usa la realidad aumentada para dar vida a un mural en el que se pueden ver las ruinas de una Ciudad de México recién sacudida por el temblor de 1985. Cuando uno se pone el visor de realidad aumentada, el mural se convierte en un oscuro recuerdo de lo que ya no está ahí.
Como QiPo es edgy y al mismo tiempo retro, no pueden faltar los perfomances y las instalaciones. La artista Maria Eugenia Chellet recorre la feria coronada con un manto sacro: es La Virgen de las Ferias. Reparte estampitas en la que invita a la oración en la que pide la atención de “los críticos y los periodistas culturales”. Acá sí te vi, maestra Chellet.
No puede faltar la irreverencia puberta en la sala. Un muñeco del Señor Presidente de la República, un amlito con vagina–otra virgen–sostiene tiernamente a otro amlito tiernamente.
Al otro lado de la sala hay instrumentos que parecen salidos de una escena de tortura. Mientras se colocan los escenarios de performances e instalaciones, pienso en que ignoramos el hecho de que el arte también implica sudor e ingeniería. Hay que colocar cosas, hacer el heavy lifting, preparar la tramoya. Es teatro y arquitectura, es también ciencia y ejercicios de poder: no es lo mismo tener un stand en el centro de Zona Maco que estar en un espacio mínimo en QiPo.
El aura magnética de ferias como QiPo y Zona Maco nos junta a todos, coleccionistas y buscones platicadores. Ojalá que las próximas ediciones de la Semana de Arte estén tan divertidas como la de 2024.
Te lo rogamos y agradecemos los favores recibidos, Virgen de las Ferias, amén.
