El Basketball Jones es el virus que une al básquet con la moda, con la música y el swag style. El bicho nació en la década de los setenta y no ha menguado en casi cincuenta años. Todos por aquí en Sneaker Fever México están contagiados del Jones. Es una obsesión que comparten todos los veinte mil asistentes a este encuentro, una locura de básquetbol, moda urbana y, por supuesto, sneakers.
Hay para todos, una democracia del estilo: los sneakers accesibles, los inalcanzables, los de museo y los normales.
Basketball Jones sería acaso una canción que podría cantar Nataly Gutiérrez, jugadora profesional, representante olímpica de México en básquet 3x3 y embajadora de Innvictus: “Empecé a jugar a los siete años y bueno, ya tengo 32 y es mi obsesión desde que agarré el balón. Juego por mí, por mi país, por mi trabajo como diseñadora”.
Y porque no podría ser de otra manera: Nataly demuestra en la cancha de Innvictus que es una jugadora elegante y poderosa. Diseñadora y artista, Nataly ha participado en el programa Legado Innvictus pintando canchas en Jalisco y está aquí mostrando que el estilo y el deporte van juntos en el alma urbana de Innvictus.
Sí, había una cancha en el stand de Innvictus en Sneaker Fever. Justo en el centro de la acción, ahí estaba Innvictus, con música a todo lo que daban las bocinas—el pas pum del hip hop, pero también los beats de los Chemical Brothers, el pop infeccioso de Bruno Mars y ¿Lorde?—, dinámicas y retas de básquet como en el barrio. “Los relámpagos”, “Los cuatro ojos”, “Los Three Hoops”: ahí van las tripletas, sudando para ganar el torneo de retas 3x3 de cuatro minutos para recibir promociones y otros regalos. Decorar pequeños tableros y balones fueron otras de las actividades divertidas que ofreció Innvictus a sus visitantes.
Las competencias lo son todo en nuestro puesto. Aquí va Pepe, que mete unas inigualables 16 canastas en el reto de anotar las más posibles en un minuto. Chris, nueve años, bajito y delgado, se enfrenta en reta a Nataly.
Sin dudarlo, anotó dos canastas en dos intentos. El público se le entregó. Chris, un héroe que merece salir a hombros.
Estaba tan lleno el stand de Innvictus que había gente viendo los partidos a través de la malla ciclónica desde ciertos puntos del pabellón de nuestra marca. Como un token de una tierra lejana y perfecta: los Nike Jordan Luka 2.
Los Jordan Luka han sido un éxito desde que se lanzó su primera versión. En el stand de Innvictus los Luka 2 podían ser probados por los jugadores de las retas. El veredicto: son cómodos, con gran amortiguación, ligeros. Es divertido jugar con ellos. ¿El diseño? Elegante, más que la versión 1.
“Athlete meets AI”: la estrella Luka Dončić, el casi-robot imparable que corona la cancha de Innvictus. Existió la era de Jordan, la de Kobe, la de Shaq. Hemos llegado a la edad de Luka. Los sneakers no te convierten en Luka, pero ah, cómo te dan estilo.
No, no, no: una locura es Sneaker Fever. Cola en los puestos, cola en la comida, en el baño. Voy aprendiendo palabrejas y códigos: “do you cop?” significa algo así como: “¿Le entras, te late?”. ¡Las cajas! Las cajas son importantes. Los sneakers son más valiosos si tienen la caja original. Los videojuegos. Hay una cultura muy a la Twitch en la que jugar es tan importante como mirar y el fenómeno se repite en algunos pasillos de la expo.
Marcas por doquier: Stüssy, Nike (Nike es la gobernante de este reino), Supreme, Kaws, los art toys de Bearbrick. Las tiendas más exitosas son las que llevan sneakers que usan la cultura pop como pretexto. Muy codiciados los del rapero Travis Scott. Una adolescente con pantalones oversize me enseña sus Travis recién comprados con orgullo, pero también como-quien-no-se-emociona-porque-es-cool.
Varios de los fans aquí reunidos traen en la mira un par especial que no encuentran en tiendas o que solo se pueden conseguir en Estados Unidos. Acá están a un precio más alcanzable o —les digo— por los que vale la pena sacar el varo para invertirle a la colección con esos pares raros que únicamente se pueden ver en encuentros especializados como Sneaker Fever.
Pares codiciados son los Dunk SB hechos en colaboración con la marca de refrescos mexicanos Jarritos, vi gente dispuesta a pagar más de cinco mil pesos por ellos. Los Jordan 1 Leakers to Chicago están aquí en una caja de acrílico esperando a quien quiera desembolsar el equivalente a doscientos dólares.
No sólo de sneakers vive el fan. Subculturas presentes en estas aristas urbanas: los tatuajes, las barbershops, los art toys y por supuesto la del hip hop. Tantas playeras de Eminem como de Pikachu. Del graffiti old skool al manga. Hay una presencia muy importante del anime y el manga, más que del cómic estadounidense; una generación que creció con Dragon Ball Z, Pokemon, One Piece o Slam Dunk. Acá el saludo oficial es el choque de puños.
Muy hood todo, pero en clave de glamour. Y es que se trata de convertirse en algo cercano a los jugadores de básquet. El básquet es el deporte oficial de esta escena, no perder de vista. Hay quien viste jerseys de beis o de americano, pero la onda acá es traer el de los Warriors, los Lakers, los Nuggets, cualquier equipo de la NBA; hay incluso chamarras que llevan los escudos de todos los equipos de la NBA (aunque oigo a dos fans que comparten este diálogo: “Está perra”. “No, lo perro es irle a un equipo, mejor cómprate el jersey de Luka”). Mientras más glorioso el jugador, más cara la playera. De todos precios, sí, pero caro. Se le invierte una buena cantidad de lana al estilo. Al representarse a uno mismo a partir de sus ídolos.
Una tendencia que bien conoce el fan del básquetbol profesional. Desde hace un par de décadas que los jugadores se han sofisticado fuera y dentro de la cancha. Amar’e Stoudemire, por ejemplo, es coleccionista de arte contemporáneo. D’Angelo Russell es cara de marcas de culto japonesas como Visvim. A LeBron James nunca se le verá solo con unas bermudas y unos crocs, no: King James crea su propia épica en la cancha, pero también en las ruedas de prensa y en las entrevistas aparece como si fuera a caminar por la pasarela de la Fashion Week en Nueva York.
Hay todo tipo de fans de los zapatos urbanos en Sneaker Fever. Los hay que los compran para lucirlos: para ellos hay stands dedicados exclusivamente al cuidado de los sneakers, con jabones especiales que guardan la textura de los materiales y demás primorosos. Toque de Midas las tiendas que ofrecen este servicio: atiborradas.
Los hay que compran sus sneakers para gastarlos en la cancha: a ellos les importan la comodidad y la ligereza de los zapatos. Y—para mí los más insólitos—los que los compran para meter sus sneakers en cajas de acrílico y mirarlos como quien mira un tigre. Quien tiene su propia galería de arte en su clóset.
Una especie de museo pequeño ocupa un sitio codiciado en la expo. Hay fila para entrar y ver, solo ver, piezas de arte como los Air Jordan 1 Dior, de los cuales solo se fabricaron 8 500 pares y aquí frente a nosotros está el imposible número uno de esa edición.
Más curiosos resultan los sneakers que Nike lanzó para celebrar el aniversario 30 de Back to the Future: aquí en Sneaker Fever tienen un par de los apenas 1500 que se hicieron. Una imposibilidad, una fantasía: romper el cristal, robarse un par, llevarlos a casa y coronar con ellos una leyenda.
En Sneaker Fever se reunieron todos los fans de lo urbano, como quien lanza una bengala para reunir a un ejército de los que están de nuestra parte. Todos aquí tenemos el Basketball Jones y el bicho de la moda callejera. Acá todos nos hacemos de la calle y la cancha. Una épica propia la búsqueda del estilo. A ella.