En 1996, en un tiroteo después de una pelea de box en Las Vegas, Tupac Shakur, el gran bardo del hip hop, fue asesinado. Un año después, Biggie Smalls (también conocido como Notorious B.I.G.), otro santo del panteón rapero, fue ejecutado en Nueva York.
Ninguno de los asesinatos ha sido resuelto.
Pero ambos hechos se convirtieron en la leyenda, un género de coming-of-age de la escena hip hop. Hoy en día la muerte de Tupac y de Notorious B.I.G. es un mito que ha capturado la imaginación de todo tipo de creadores, desde fotógrafos hasta escritores, desde cineastas, documentalistas y hasta, desde luego, raperos, críticos de la cultura pop, académicos de la sociología de las pandillas y la historia del hip hop.
El periodista Randall Sullivan es uno de los que se han sentido atraídos por la historia. En su libro-reportaje Labyrinth, Sullivan explora el desorden que ha sido la investigación policiaca de los homicidios de los raperos.
Todo lo que investigó une a la disquera Death Row con una corrupción del departamento de policía de Los Ángeles (y las gangs de esa ciudad) que tiene conexiones en todas las grandes ciudades de Estados Unidos.
Lo que se teje es una trama de proporciones, tales que a veces cuesta trabajo seguir la investigación de Sullivan. Es difícil entender cómo un pleito de escenario, una rivalidad entre dos artistas, se haya trasladado a las armas, el narcotráfico y otros crímenes de gran escala.
¿Cuál es el origen cultural de este drama? Sullivan decide no dedicar gran espacio al respecto (lo que más le interesa es ahondar en la investigación policiaca y, todo hay que decirlo, el tono de su libro no deja de ser nota roja), pero es una historia que no deja de ser interesante.
A principios de los años noventa hubo una competencia dura, casi violenta, pero acaso infantil, entre el rap que se producía en la costa oeste estadounidense, el estilo West Coast, versus el estilo East Coast.
La costa del “salvaje” oeste estaba representada por la disquera Death Row y su dueño Suge Knght; su estrella principal era Tupac Shakur. El este estaba dominado por Puff Daddy y Biggie Smalls, con su máquina de hacer estrellas: la disquera Bad Boy Records.
Mientras Puff Daddy era un “niño bien” jugando al rap, Suge era un criminal relacionado con el narcotráfico y la violencia gangsta.
Un enfrentamiento desigual entre dos productores que no sabían hasta qué punto podía llegar su enemistad.
Aunque el pleito parecía solo un asunto de rimas, grabaciones como el álbum All eyez on me de Tupac y la canción “Who shot ya?” de Notorious B.I.G. fueron como gasolina sobre madera.
Una que nunca debió pasar de dis tracks y discursos en entregas de premios, llevó a tiroteos, caso de drogas y pandillas callejeras, un caldo de cultivo que derivó en la muerte de los dos raperos icónicos.
Solo con las muertes de Tupac y Notorious, como una forma de sacrificios votivos, se apagó ese fuego.
Hoy en día la rivalidad entre ambas corrientes se mantiene en los discos y los conciertos, como siempre debió de ser.