Zaira, en sus veinte, vestido rojo, flores en el pelo. Nerviosa. “Por favor, ay, no me preguntes qué significa Taylor para mí”, me dice con una risa incómoda. Y es que Taylor significa para ella: “me salvó la vida, con sus letras me dio respuestas a cosas que sentía. La amo, la amo, la amo”
Estas palabras, que podrían parecer el cliché del fan adolescente, son conmovedoras.
Para todos estos miles de fans, Taylor Swift es una razón para seguir adelante. Muchos han crecido con dolor, con el corazón roto o buleados, y Taylor les dio las palabras para tomárselo con humor y poder.
Porque estamos ante un fenómeno global: Taylor Swift, sacerdotisa de los adoloridos, llega a la Ciudad de México. Y sus seguidores han esperado por este momento la mayor parte de su vida. Porque todos son muy jóvenes, adolescentes, veinteañeros: los chicos de la pandemia que pasaron la encerrona del Covid escuchando su disco Folklore. Mirando por su ventana, soñando con un mundo.
Ha habido miles de chismes en la carrera de Taylor Swift. Se trata siempre de adivinar para qué novio era cada canción, pero esa actitud es más bien de los que nos acercamos desde lejos.
Para sus fans, lo que importa de sus letras es que los acompañan. Sienten una comunión emotiva con Taylor. El fenómeno pop del teenage hatred a tope, simbolizado por una mujer suave, dulce. No un punk, no una riot girl. Una princesa.
Los swifties, como se hacen llamar los fans de Swift, abarrotan el Foro Sol y en los alrededores pasean horas antes de que comience el concierto, buscando souvenirs y, notable, simplemente convivir y conocer a otros swifties.
¿Para qué? Compartir su pasión por la cantante, sí, y para hacer un gesto de reconocimiento: intercambiar brazaletes de cuentas de plástico, las pulseras de la amistad que se han vuelto símbolo de esta gira: The Eras World Tour.
Las “eras” son las diferentes etapas por las que Swift ha pasado a lo largo de su carrera.
Los swifties tienen un gran sentido de la moda: vienen vestidos de cada era. Cada quien elige su favorita.
Irving, vestido en punta de negro, botas altas, una camisola de seda, me explica que él viene de la Reputation Era, la época oscura de Swift.
Irving: “Me acompañó en un momento difícil, porque en 2018 yo salí del clóset y me sentí, pues, triste porque mi familia, pues, no me aceptaba, entonces el disco fue el de mi época difícil”.
Las eras: vestidos rojos y diademas de flores (del disco Red), ropa hippie (Fearless), disfraz de porrista (de la canción “Shake It Off”), vestidos de lentejuela (el look de Taylor en las pasarelas).
Hay representantes de cada una de las eras. Hombres y mujeres jóvenes que casi siempre han hecho ellos mismo su outfit, mucho DIY. Hay quien decide no ir de una sola era, un homenaje a toda la carrera de su ídolo.
No atraparías a un swiftie muerto con unos Yeezy, desde aquel desplante de Kanye West en los MTV Video Music Award de 2009. Acá lo que rifa son las botas y las zapatillas delicadas, hombres y mujeres los usan.
Pero no solo: la mejor manera de combinar estilo y comodidad son los clásicos Converse Chuck Taylor, de preferencia negros, que el negro combina con todo, dicen. Y Adidas Samba porque son adecuados para estar parados tres horas (o más) en la pista del recinto.
No hay cinismo entre estos fans. El cariño que sienten por su artista y entre sí es evidente, muestran su entusiasmo sin vergüenza.
Han crecido juntos, unidos por Taylor, juntos son de una fuerza impresionante.
Esta es la era de los swifties y nosotros solo debemos contemplarles.
Admirarles.
Y envidiarles.