04 March, 2024

GAME NEWS

NBA All-Star Weekend: el reino de los tiros de tres, los dunks, la moda

LA NBA ROMPE CADA AÑO CON LO ANTERIOR

VIVE EL REGRESO A CLASES CON ESTILO

Es un hecho que hasta para una ignorante como yo la NBA es espectacular.

Estilo, show, moda.

El All Star Weekend es, me dice mi acompañante de televisión (es mi hermano, un obeso de la NBA, estamos viendo el concurso de clavadas y comentando por teléfono), es una concentración de todo eso, un jugo sabroso y nutritivo de básquet para los fans.

Los tiros de tres, los dunks, la moda… Todo eso convierte a la NBA en el deporte más luminoso que existe. Sí, la NFL tiene el Super Bowl, pero ¿tiene un swagger como ese de embutir la pelota para anotar mientras te ves cool

Comentamos por teléfono:

Yo: ¿No el show de clavadas es lo más importante de la noche? Pero es puro show, ¿no? O sea, de eso no trata el deporte, ¿no? Hasta yo entiendo que se trata de estrategias y que la defensa regrese rápido y los rebotes que se recuperan y demás. El deporte ráfaga, y todo eso, ¿o estoy tonta?

Mi hermano: Jaja, “el deporte ráfaga”, si quieres captar este juego, no mms, no digas puro cliché, la NBA rompe cada año con lo anterior, es nueva y no puede atraparse con pura frase hecha. De eso TRATA la NBA, del swag, del estilo, de lo fresco y suave; estos deportistas son suaves as hell. O sea, checa: la gran aportación de la NBA al básquet es el saborcito callejero, we. Por ejemplo, ve a Jáquez, es pura elegancia y flow. ¡Y Lillard! ¡Ve a Lillard! Es un dios del básquet.

Yo: Lillard es como tu ídolo, es la tercera vez en el mismo párrafo que me hablas de él, hasta traías sus sneakers la otra vez. Lillard, Lillard, Lillard: se diría que tienes un crush. 

Mi hermano: Pues es que Lillard, we, ¡Lillard! ¿Viste cómo saltó encima de Shaq? Es de locos, hermanita.

Así seguimos un rato, mi hermano contándome las loas de Lillard y yo tratando de captar todo ese flow del que tanto me habla. La onda expansiva del cool de la NBA los arrasa todo, una mancha monstruosa que invade la pantalla hasta mi ignorante cuerpo de televidente que ha visto poco básquet. Espíritu sagrado y engreído de la NBA, desciende y aplica tu rigor sobre mi cuerpo pecador.

Soy fan de la moda, eso sí, y los sneakers me encantan, así que dedico mi atención a ello. Obviamente, hay muchos Jordan en todos los modelos, pero los low son la opción de varias estrellas. Este año los sneakers de bota se quedan en la banca.

Giannis Antetokounmpo (me explica mi compañero telefónico que “Giannis es la onda en patines y verlo es un don de la naturaleza, aprecia, aprecia, count your blessings”) lleva unos sneakers increíbles, un modelo nuevo y raro: los Nike Zoom Freak 5, en edición especial “Thanks for sharing”, una joyita que también luce en su línea low.

Basket-inception: Luka Dončić juega con unos Nike Luka. Luka es mi jugador favorito, es un artista: baila como quien tiene una forma muy fluida de moverse, como sin esfuerzo, como si fuera natural, sobrevivir al acoso de defensas de dos metros de estatura y 140 kilos de peso. Luka baila y anota y lo hace con esa carita de niño ruso perdido en el bosque embrujado.

Nike es la marca triunfadora, la All-Star. Todos llevan el swoosh en sus pies: una verdadera devoción por la marca. Un éxito de negocios para Nike, pues sus ventas crecen a miles de millones de dólares cada fin de semana del All-Star Weekend. Es Navidad en el sneakerverse y Santa Clóset llega con regalos de papelitos verdes al HQ de Nike.

El único que veo que rompe el cuadro es Anthony Edwards con sus Adidas AE 1, mis sneakers favoritos de la noche, con su diseño como pintado sobre los pies de Edwards, puras curvas peligrosas, aerodinámicas. Parecen los sneakers que habría diseñado Gaudí, el gran maestro de la arquitectura, con ese modo de respetar las líneas naturales de los pies de quien los calza.

Pero estábamos en el concurso de dunks, las clavadas. Dicen que el mexico-americano Jaime Jáquez Jr. es una estrella ascendente, uno de los jugadores a ver entre los maestros de los dunks; nuestro embajador en aquel reino de lo increíble que es la NBA. Jáquez asciende, brinca a Shaq ¡y hace un dunk increíble! Hasta nerviosa me puse. 

Otro momento emocionante: el reto de tiros de tres entre Stephen Curry y la jugadora de la WNBA Sabrina Ionescu. Me explica mi socio telefónico que Sabrina es increíble en la cancha, un espectáculo. Van cara a cara, mano a mano, Curry y Ionescu, una competencia muy cerrada que al final (¡pero al mero final!) gana Curry. 

Tengo sentimientos encontrados al respecto: por un lado, chido que tomen en cuenta a una jugadora joven de la WNBA, pero ¿necesita ser validada por el establishment varonil de la NBA? Yo opino que no, que la integración es importante, pero ni Sabrina ni la WNBA necesitan que le tapen el ojo al macho. Porque sí, mucho swag y estilo, pero la macarrería de los jugadores es puramente machita, una onda muy masculina y frágil. Me recuerdan a los niños jugando en el patio de la primaria, alérgicos a las niñas. En fin, debates míos de señora que no sabe sentarse.

A los mexicanos nos gusta vernos representados en los grandes eventos gringos, como si eso nos diera el password al primer mundo. Está bien, no critico, cada quien sabe y escoge a sus ídolos, y Jáquez Jr. es sin duda una buena referencia para los fans mexicanos de los hoops. Si eso nos hace sentirnos más cerca de este gran show, así sea, amén.

El gran platillo del All-Star Weekend se supone que es el partido entre East y West, una selección de los mejores jugadores, los All-Stars que le dan nombre a este fin de semana… Y, diré la verdad: me aburrí. Puros tiros de tres. El show es esa taquicardia de entrar a la madriguera de los defensas, hilar pases y pases para llegar a la zona pintada y clavarla con una reafirmación de poderío. Y esperaba eso y veo que el juego ha cambiado desde los años noventa, cuando mi generación, los millennials, empezamos a apreciar el juego.

Ahora se trata de un juego de francotiradores, donde jugadores como Damian Lillard y Tyrese Halliburton. Son jugadores que a base de tiros kilométricos se hacen de cantidades de puntos irreales: 30, 40 puntos under their belt. Es de no creerse, pero es poco entretenido. No sé. Ya me dieron un zape telefónico por quejarme al respecto.

Al final el Este se levanta triunfante con una diferencia de casi 20 puntos. El MVP es, para satisfacción de mi hermano, este Damian Lillard dominante que, me explica, está teniendo su año dorado en la liga y la copa, el nuevo torneo-dentro-del-torneo de la NBA. Lillard promedia arriba de 30 puntos cada partido y sin duda fue un monstruo en el All-Star. 

Si el All-Star Weekend es un diagnóstico del estado del básquet de la NBA, lo que puedo apuntar es que el juego se trata de músculo y puntería de apache. Supongo que puede convertirse en un gusto nuevo y adquirido, pero mi hermano fan me dice que no sé nada, que este juego es más elegante y divertido que el de los legendarios Bulls de los noventa. 

Hay algo muy maniaco en desear aquella velocidad noventera (otro regaño: “¡Claro que sigue siendo rápido! Es el deporte ráfaga, dijiste, ¿no?”). Los deportes evolucionan y cada era tiene sus modos y filias. No entender eso es ser un villamelón eterno, medio senil.

Por lo pronto digo que tengo ganas de comprarme algunos sneakers.   

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