Taylor Swift es enorme, masiva, ni siquiera hace falta decirlo. Un análisis totalmente cierto de Taylor Swift como fenómeno cultural es que su influencia va más allá de hits o música digerible y olvidable. Sus fans tienen razón en obsesionarse con ella, con cada una de sus letras, su estilo, sus romances (es un chiste ya gastado adivinar a qué ex novio les está dedicando cada canción. Dicho sea de paso, Taylor se ha desmarcado de la balada romántica para examinar su vida toda de modo contemplativo, casi filosófico).
Su gira The Eras Tour no tiene comparación en términos de dinero, sus fans le son rabiosamente fieles, sus letras son citadas por todas partes en redes sociales como si fueran poemas. Los seguidores de Taylor son de los fans más creativos y dedicados de los fandoms, cada uno tiene una relación personal con las canciones swiftianas. Se puede comparar a Taylor con Bob Dylan: un personaje súper influyente culturalmente, pero que requiere una visa de insider para conocerla totalmente.
Diremos algo audaz: Taylor Swift es la Bob Dylan de la Gen Z. Y con su nuevo álbum, The Tortured Poets Department, lo comprueba.
Como con Dylan, las letras de Taylor se analizan y sobrepiensan mil veces, hasta pasan por las manos grupos académicos que hacen análisis cerebrales de sus piezas. La crítica hace cuidadosas reseñas de cada una de sus canciones. La música de ambos es un mero vehículo para explotar sus alcances como escritores. Taylor y Dylan tienen los fans más locos de la escena pop, que siguen sus giras por todo el mundo y coleccionan grabaciones en directo y atesoran cada nueva versión de sus canciones. (Estamos pensando que igual no conoces a Bob Dylan, digamos que es el Taylor Swift de la generación de tus padres y/o abuelos).
Quién sabe cómo lo hace Taylor, pero es capaz de sacar álbum tras álbum y lograr que cada uno tenga una personalidad propia. Los Taylor’s Version son un acontecimiento único en la industria musical; la oportunidad de que un artista pueda regrabar sus álbumes en sus propios términos es algo casi nunca visto. Oh la lá, a Taylor nada se le niega.
Y llegamos a The Tortured Poets Department. Y a The Anthology, el oootro disco que Taylor sacó casi de inmediato. La experiencia real se completa oyendo ambas producciones una tras otra. Sus estilos son diferentes, complementarios. Pero si nos preguntas, creemos que The Tortured Poets Department es el mejor de los dos.
Taylor está en su prime como escritora. Tomemos por ejemplo la multicitada letra de “The Tortured Poets Department”, la canción que da título a la producción. “You’re not Dylan Thomas, I’m not Patti Smith, this ain’t Chelsea Hotel, we’re modern idiots”. Dicen los analytics de Google que las búsquedas del poeta Dylan Thomas y Patti Smith (la madrina del punk) crecieron un 300%. Pero esa frase no es lo único potente de la canción. Es una pequeña historia de bohemia y longing en la que Swift rinde homenaje a su relación con un artista fracasado que cree que al escribir con una, gulp, máquina de escribir lo hace un mejor poeta.
Ese no es el único highlight de Tortured Poets. En “But Daddy I love Him” Taylor se regodea en su capacidad de contar historias y capturar atmósferas. “The Smallest Man Who Ever Lived” es un revenge track (¿contra quién? Seguro los verdaderos fans saben). En “I Hate It Here”, el mejor track de The Anthology, la voz le canta a “un poeta que se traiciona trabajando en finanzas” (otra letra sobrepensada por los fans), que bien puede ser ella misma. En “I Hate It Here” la compositora Taylor toma las riendas para confesar que odiaba su vida pueblerina de antes de llegar a ser una estrella de las multitudes.
Taylor Swift es una fuerza imparable desde hace casi una década, soltando discos que parecen cada uno mejor que el anterior, aunque ella misma ha declarado que Tortured Poets es el álbum que más ha necesitado hacer, una necesidad casi física.
¿Será The Tortured Poets Department una colección de hits pop que acaparará los streamings durante todo el año? Puede ser, hay siempre espacio para la duda en el caso de Taylor, pero qué importa lo que los críticos opinemos. Sus fans sólo necesitan un poco de Taylor para enloquecer. Y fanwise, nadie los sabe complacer como Swift, como si su vida se tratara de la película que cada uno de ellos quiere ver. Hay quien quiere verla como un ser frágil, y nada más falso. Ha aguantado los embates de la fama por once álbumes, cuatro de ellos premiados por los Grammy como lo mejor del año.
No, Taylor Swift no es frágil, pero la vulnerabilidad que muestra en sus letras le dan dimensión de chica de pueblo chico que acaba de llegar a la gran ciudad y eso la convierte en un estandarte para multitudes de adolescentes y jóvenes que sienten que la vida está en otra parte. Swift no será una productora de hits y, sin embargo, she’s huge y tan insoslayable como Bob Dylan. Lo demás es lo que no importa.