Debe haber sido genial ser fan de los hoops hace treinta, cuarenta años. Una época convulsa y de evolución del juego: era cutre, vertiginoso dentro y fuera de la cancha.
Y un equipo estuvo en el centro de esa revolución: los Lakers de Los Ángeles. Todo lo que sucedió en los noventa y los años dos mil, cuando el básquetbol de la NBA se convirtió en un fenómeno global, nació ahí.
Pensemos en 1992, la era del Dream Team en los Olímpicos de Barcelona. Los niños de aquella época se llenaron los ojos con ese equipo de básquetbol hechizado. Unos nombres venían al ristre: Michael Jordan, Carl Malone, Scottie Pippen: un pase de lista de dos décadas del mejor básquetbol de la historia.
Dos nombres de aquella era: Earvin “Magic” Johnson y Larry Bird. Parecían tan amigos en la cancha olímpica. Pero solo los ojos cándidos de un niño podían pensar que no había detrás de las clavadas, las jugadas de fantasía, y los pases imposibles, una historia de rivalidad amarga y extensa de más de una década.
¿No les ha dado curiosidad asomarse en primera persona en aquellos dramas? Pues de eso trata Winning Time: the Rise of the Lakers Dinasty, excelente serie deportiva de HBO.
Ficcionalización de la historia de los Lakers entre 1979 y 1984, Winning Time es veloz, emocionante, sumamente sexy. El juego es duro, sudoroso. La época es socialmente compleja. El guion es atinadísimo. Buena televisión.
Lo que hay que decir: no es necesariamente muy original.
Es la típica historia from rags to riches. Un equipo en pena, un empresario que se atreve, un jugador que promete, pero que necesita disciplina.
Es 1979, Jerry Buss (interpretado por el siempre brillante John C. Reilly, experto en los personajes poco vistosos que convierte en seres fascinantes) es el nuevo dueño de los Lakers. Buss sueña: por todas las vías se pueden levantar las alas caídas de este equipo. Tiene que haber la manera.
En la liga universitaria un jugador está prendiendo fuego. Un tal Earvin Johnson (el novato Quincy Isaiah). Buss y Jerry West (Jason Clarke, que se echa duelazos de actuación con Reilly), leyenda de los Lakers que ahora funge como entrenador, están dispuestos a buscar a ese novato ególatra y salvaje.
Por ahí se van tejiendo rivalidades y violencias varias. La primera temporada es apenas un esbozo de estas, pero la segunda, wow, una telenovela. Drama por todas partes.
Lo más interesante es la forja de la rivalidad entre Magic Johnson y Larry Bird (Sean Patrick Small), el hijo de una familia obrera que ahora ve ante sí el abismo de la fama.
Winning Time es over the top si se le compara con otras series deportivas como Friday Night Lights, un melodrama.
¿Quién dice que eso esté mal?
El fenómeno deportivo es así de fascinante: nuestros equipos nos hacen perder y ganar con ellos, la serie lo retrata bien.
Para los fans de los Lakers la oportunidad de regodearse en las glorias de su equipo es muy atractiva. Pero sean o no seguidores del equipo (o del básquet en general), Winning Time es pirotecnia televisiva.