Hace unos días murió el escritor José Agustín (1944-2024). A lo mejor viste a mucho boomer agüitado y te dio hueva averiguar por qué. (A lo mejor también te dio curiosidad, yo qué sé, LOL).
No es regaño, para nada, pero chance y te late conocer a José Agustín.
¿Por qué? Porque él hizo posible que el lenguaje de la calle llegara a la literatura. En los sesenta el lenguaje literario era muy riguroso y rebuscado, una forma de buscar una dizque trascendencia, como señores gritando: “ESTO ES MUY IMPORTANTE”.
José Agustín llegó desde otra esquina y les metió un madrazo a esos señores importantes y lo hizo desde el habla de los jóvenes como él, que se veían más reflejados en las canciones de Elvis Presley que en la poesía de Rubén Darío que les enseñaban en la escuela.
El buen Agustín decidió que iba a hacer la crónica del ser joven en México y que lo iba a hacer a su manera, que era la manera de los adolescentes de su época (y de su épica).
Si bien es cierto que escritores como José Emilio Pacheco, Elena Garro y Juan José Arreola ya habían plasmado el habla popular en su literatura, fue Agustín quien renovó las letras mexicanas con frases sacadas de canciones rockeras o presentes en el grafiti y en las palabras código entre los adolescentes.
Hell, que el lenguaje que usamos en este blog sea posible se lo debemos en parte al master José Agustín. Podemos decir orgullosamente que aquí en el blog de Innvictus reconocemos a José Agustín como nuestro verdadero OG.
José Agustín empezó a escribir muy chamaco, en la secundaria afinó el oído escuchando a sus amigos. Si has oído que alguien se refiere a algo como “qué suave” o usar la frase “qué país” para expresar incredulidad es porque se usaban en los años 60 y José Agustín las hizo suyas en su literatura.
Hoy es muy común que veas anglicismos y palabras-que-se-forman-de-varias-palabras en la literatura contemporánea nuestra, pero Agustín fue el primero en usar esos recursos en la literatura mexicana. Muchos de esos escritores que se creían trascendentes se horrorizaron porque para ellos las letras eran para educar “en la buena manera de expresarse” (flojera), no para contar la realidad de las calles.
No es que José Agustín fuera un niño banda, de hecho era muy clasemediero: casa en la colonia Narvarte de la Ciudad de México, papá profesionista, escuela particular, inglés como segunda lengua. Pero su cultura estaba llena de referencias populares, desde el rock hasta la música ranchera, desde la nota roja del periódico hasta la lectura de Ana Karenina o Madame Bovary. Era tan fan de James Joyce que de Chuck Berry.
Si te da la vida para leer a este verdadero OG, empieza con El rock de la cárcel, sus memorias de adolescencia y juventud. Acá en el blog somos particularmente fans de El rock de la cárcel porque es el testimonio de un cuate que fumaba en el salón de clases, se pelaba con los sacerdotes de su escuela católica y hacía cosas tan banales como simplemente echar la hueva en su jardín, mientras hacía de todo eso cuentos e intentos de novelas. (¿Intentos? La tumba, su novela debut, la publicó cuando tenía 19 años).
De perfil puede ser la novela definitiva de José Agustín. La historia iniciática del protagonista, un moco que está en las vacaciones entre la secundaria y la prepa, no ha envejecido ni un día a pesar de que se publicó en 1966.
Igual no vienes al blog de Innvictus a que te hablen de literatura. No worries, no tienes que pelarte, pero sólo toma esta idea en consideración: la cultural awareness que te hace un buen hypebeast pasa por reconocer a los gigantes sobre cuyos hombros estamos sentados.
Nuestr@s verdader@s OG.