Cuando entras a El nahual gráfico, la exposición de la obra del grabador mexicano Sergio Sánchez Santamaría, lo primero con lo que topas es una instalación hecha con skateboards. En cada una de las tablas aparecen personajes claves en la cultura callejera y la obra de Sánchez Santamaría: una lleva al dios Tláloc (“Tlalok”, como los llama el artista), guerreros aztecas y hasta el mismísimo Doble P, el único e irrepetible Peso Pluma. Ves eso y en ese instante sabes que el Nahual te va a caer bien.
Topas las primeras estampas del Nahual. Sánchez Santamaría trabaja muy al estilo old-school, hace sus estampas con linóleo o madera, imprime con serigrafía tradicional. Si no sabes cómo trabaja un grabador, la exposición tiene un video perro sobre el trabajo minucioso, de dibujar en las placas de diversos materiales para lograr las estampas del recorrido.
Y entonces ves a los nahuales en patineta, los dioses en Vans, del erotismo de los tatuajes. La serie “Entre tinacos y patinetas” dibuja el viaje de un greñudo patinando por las azoteas de la ciudad como quien baila por los aires. El skateboarding es un ejercicio del vértigo y el Nahual captura esa velocidad.
Los guerreros mexicas y los dioses ocultos de nuestra tierra son temas constantes. Hay una reverencia que es al mismo tiempo se desenfada para incluir las deidades en las escenas callejeras. Coyolxauhqui no es la diosa cuarteada que conocemos, acá es una guerrera del asfalto. Un cholo Tláloc es el protagonista de una viaje de la Ciudad de México a la ciudad californiana de Anaheim.
En el recordado aparecen personajes famosos. Lo mismo Sergei Eisenstein, el cineasta ruso que inauguró el cine mexicano hace un siglo, que Jimi Hendrix y Donald Trump. Mickey Mouse es un destructor capitalista. Los migrantes escapan por el desierto mientras personajes de Disney los esperan para explotarlos. Denso.
Hendrix es el dios definitivo y una guitarra intervenida se rinde ante él. Hay también una reivindicación del arte del tatuaje como un hacer del cuerpo una obra de arte: el cuerpo como lienzo, como nación, como zona erógena.
Ahora que tan de moda está de moda el realismo mágico—las adaptaciones de Pedro Páramo y Cien años de soledad son el hit del momento—, pensarás que las obras de Sánchez Santamaría son perfectas para ilustrar una edición perrona de la obra de Rulfo. Los nuevos amantes y curiosos de Comala encontrarán resonancias especiales.
Hay otras piezas divertidas/fascinantes. Un muro de playeras intervenidas con serigrafía en las que se pueden encontrar los personajes del Nahual, también algunas hechas bajo comisión. ¿Todavía alguien topa a Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio? Seguro habrás oído eso de “Ya llegó su pachucoteeee”. ¿Te suena? Los años noventa están de moda, así que es hora de que explores el rock de la época. Rollo: varias de las playeras y estampas del Nahual están dedicadas a esa banda clave del rock mexicano. Otra playera es un souvenir de la Triciclo Circus Band, otra más de The Casualties. Todas son reconocidas por su discurso antisistema, anarco y contracorriente. Un grito de rebeldía y una llamado a la paz radical.
Otro personaje divertido con el te encuentras es Súper Punkta, luchador activista y héroe andrajoso cuya máscara fue diseñada por el artista. Es el vengador de todos los que son pateados en la jeta por el sistema. El Sistema: todo ese mecanismo que lleva siglos entregándoles el mundo a los privilegiados para hacer de todos los demás unas bestias de carga. La misma estructura que han destruido lo que nos queda del mundo. Yo no sé tú, pero yo le voy a Súper Punkta. Tablazos de patineta, no bombazos.
Y llegas al corazón de la exposición, así, sin más, ves el mural, un grabado de gran formato (lo que significa que es grandote) llamado “Los presagios funestos”. Obra magna que narra los sueños premonitorios de Moctezuma que adelantaban la caída de su imperio. Soñó Moctezuma con hombres blanco barbados con la furia en los ojos y el hambre en la entrepierna. En el mural del lado izquierdo aparecen dos figuras mellizas; dos ¿ángeles? de la destrucción que contemplan el fuego que devora a los aztecas. Los dioses miran y lloran, pero no se apiadan. El destino es una fuerza más poderosa que todos los dioses juntos.
“Los presagios funestos” está inspirado en varios códices que narran estos sueños inquietantes del tlatoani: el emperador duerme intranquilo para que los artistas se den vuelo. Sánchez Santamaría se interpreta a sí mismo como una águila que cae.
El mural nos recuerda que los mexicanos llevamos en el alma un rencor no superado contra los “hombres blancos barbados”. Durante generaciones los más rancios pensadores le han echado la culpa a la Conquista de todos nuestros males—la pobreza, sobre todo, y la discriminación en segundo y nada honroso lugar—, una forma del pesimismo ancestral que nos mantiene el pesadilla del tlatoani.
Las nuevas generaciones siguen bailando con ese son, pero ahora el coraje ya no es únicamente mexicano, sino que se ha trasladado al estado del mundo en general. Ya no es constancia y pasaporte de la mexicanidad, ahora es un malestar que poco a poco se va convirtiendo en una cólera que crece como si estuviera metida en una olla de presión. ¿Quién estará ahí cuando estalle?
Guerra y sublimación, caída y gloria. Derrota y vuelo. Puede sonar cursi, pero la obra del Nahual Sánchez Santamaría es un acto de libertad y diversión. Déjennos bailar mientras lo que ha de ser será. Pero, ¿nos vamos a dejar arrasar? Como dicen las feministas: no se va a caer, lo vamos a tirar. Word.
El Museo Nacional de la Estampa está en la Plaza de la Santa Veracruz, en la avenida Hidalgo a espaldas del Palacio de Bellas Artes. Martes a domingo de 10 am a 5 pm.
