El grafiti puede ser muchas cosas: es arte urbano siempre, a veces es vandalismo kamikaze (como cuando dices: “Wow, ¿cómo diablos pintaron hasta allá arriba en ese edificio que está a punto de caerse?”) y en algunos casos también es activismo social, arte comprometido con la resistencia social.
Igual puedes pensar que todo esto es muy aburrido: “¿Dónde están los diseños cool de grafiti, ese que ves en skateparks o canchas de hoops? No quiero grafiti que me regañe”. Los diseños, el sentido del humor y el poderío visual del grafiti están acá también, pero tienen un giro más trascendente.
Piénsalo: seguro desde morr@ has visto cosas que están mal, que son injustas. Chance y te caga que repriman a las mujeres en las marchas feministas o la policía levante a tus compas por tonterías como echar la cerveza banquetera. Te puede chocar el racismo, la violencia o el clasismo, a lo mejor los has sufrido tu mism@ : “Oye, tú también puedes hacer algo” te grita el grafiti subversivo desde la pared.
El grafiti como activismo no es poco frecuente, siempre ha sido poderosa arma para denunciar posturas racistas, clasistas o discriminatorias desde la calle. El grafiti no es la única expresión del arte urbano politizado: stickers, stencils, pósters DIY, bandas punketas, tatuajes anarco y otras formas de protesta valiente pueden vivirse en todas las ciudades. Por supuesto, la CDMX no es excepción.
Quizá el problema del arte urbano es su esencia efímera. Hacer llegar el mensaje a partir de una obra que está destinada a ser cubierta por publicidad, propaganda política, barrida por el tiempo no es cosa menor. Misión retadora, pero no imposible.
Lily Cursed, grafitera y activista, sabe y acepta lo efímero del arte callejero. Caminamos por la avenida Oceanía, al oriente de la Ciudad de México, a un muro de un kilómetro en el que decenas de morras grafiteras han pintado como parte del festival Juntas hacemos más.
Lily participó con un par de pintas. En ellos, su tema más visitado: gatitos con conciencia social. En una de sus piezas en este muro, Lily ha dibujado a una gatita con una leyenda: “Mi gato y yo contra el sistema”.
(Los gatos son el tema recurrente en los grafitis de Lily, que siempre ha tenido gatos como mascotas. “Siento que los gatitos conectan más con la audiencia, sobre todo conectan con las infancias, luego estoy pintando y llegan infancias que me preguntan o se ponen ellos a dibujar también”, me explica).
“Me considero anti Estado”, dice Lily nada más comenzando a platicar. “No creo en el voto y pienso que todas las corrientes políticas en México acaban siendo lo mismo”. ¿La izquierda también? “La izquierda mexicana sólo es más de lo mismo, los mismos políticos que saltan de partido en partido buscando poder”.
Para Lily el activismo y el grafiti como arte independiente, salvaje y no domesticado es vital para hacer un cambio real desde la sociedad civil.
El grafiti de Lily Cursed puede verse en distintos puntos de la CDMX, por lo pronto se puede conocer su contribución al Juntas hacemos más (siempre y cuando no lo cubran con propaganda partidista en pleno año electoral).
Lily tiene varios trabajos a lo largo y ancho de la ciudad: puedes conocerlos en su Instagram: @un_cursed.
Lily forma parte de la colectiva Paste up morras, compañeras de activismos–sobre todo antipatriarcado, la estructura sexista y discriminante que nos ahorca a todos y todas–con las que hace trabajo de acción directa, participa en manifestaciones de arte urbano y documenta diversas formas de gráfica callejera. De una vez chequen su insta: @pasteupmorras.
¿Cómo llegó Lily Cursed al grafiti chilango? “Pintando tengo relativamente poco, empecé en la pandemia, pero involucrada en protesta y activismo, siempre he estado”, dice. Su despertar político es parte de su vida desde morrita, creció oyendo la mitología de la izquierda: el asalto al Cuartel Moncada, milestone revolucionario con el que Fidel Castro llegó al poder en Cuba; el movimiento del ‘68, escuchando música de protesta. La resistencia social siempre estuvo presente en su desarrollo.
Pero su llegada al activismo y el arte urbano se dió en 1999 con la huelga general de la UNAM. Como estudiante de la Facultad de Arte y Diseño de esa universidad hacía dibujos y pancartas para apoyar al movimiento. Muchos de sus compañer@s acabaron en el Reclusorio Norte cuando la policía entró en la Facultad de Filosofía y Letras para reprimir a los huelguistas y ella participó en las protestas para que los liberaran desde su rol como artista gráfica que acuerpó esas manifestaciones.
Parte obra no está firmada –por un asunto de “autocuidado por toda esta persecución que enfrentan grupos como Paste up morras”, explica (por eso tampoco enseña el rostro en fotos que acompañan esta entrevista).
Ya en 2015 comenzó a participar en colectivas para hacer de lleno arte urbano y activismo más subversivo, el que no pide permiso a nadie para gritar su verdad.
Está la onda ya muy presente del arte urbano en la CDMX en la que gobiernos de las alcaldías encargan murales en los que participan artistas. El auge es claro en lugares como Iztapalapa y en la zona conturbada (aunque en Estado de México muchas veces–o casi siempre–el grafiti es reprimido).
“Pero es claro que son murales en los que el gobierno decide qué temas permite, que pasan por filtros del poder en turno, digo, chido por las chavas que pintan, es una oportunidad de que se conozca su trabajo y que obtengan dinero por él…
“También se ha dado el asunto de que se pintan murales con el tema de las mujeres, pero no los pintan mujeres, sino colectivos de hombres que lo hacen por el dinero que da el gobierno en turno e "invitan” a mujeres a pintar”. (Hueva, ¿no?).
Dice Lily que hay cosas que han cambiado gracias a las marchas y el activismo ya muy presente en el escenario político actual: salir a protestar tiene sentido, les digo.
“Las Paste up morras, como muchas artistas ahorita, venimos de la periferia, al hacer acción directa no pedimos permiso, tomamos las paredes que son la ‘imprenta del pueblo’” me explica y yo tomo nota.
Buena frase: la imprenta del pueblo. El grafiti como la literatura de las calles.
¿Cuál es la declaración de principios del activismo de Lily Cursed? “Primero, y creo que esa es la básica, es que tengo que ser fiel a lo que siento, pinto para mí, de mi yo para compartir con otros, generar empatía, pinto desde mi frustración también. Luego te dicen cosas como ‘tú nada más pintas puros temas políticos, pinche resentida’ y yo les digo que veo cosas que están mal y lo grito” (Se ríe, la Cursed tiene mucho sentido del humor; lo de gritarlo es en serio: parte de su proceso fue estar en bandas punks como vocalista: “yo cantaba, bueno, gritaba”).
Sí, Lily pinta desde ella misma, pero está súper en contra de mirarse el ombligo: “¿Cómo voy a ver cosas que están mal y no hacer nada? Pensar que hay cosas que, como no me pasan a mí, entonces no existen y hacerte de la vista gorda. No es que yo quiera que la gente piense lo mismo que yo, aja, pero para mí el objetivo es crear empatía por ciertos temas que considero importantes. Más que pensar, quiero que las personas que vean mi arte sientan que algo no está bien”.
Lily, como parte de Paste up morras, documenta arte urbano (político o no) y sigue las luchas antipatriarcales. Sin embargo, no se considera feminista, pues no está completamente de acuerdo con lo que ha sucedido con la causa feminista a últimas fechas.
“Las feministas transexcluyentes (las que afirman que las mujeres trans no son mujeres) no se dan cuenta, o no quieren reconocer, que están usando las estrategias y los discursos de la ultraderecha para discriminar, segregar y quitar derechos básicos universales a todo un grupo de personas que tienen una identidad definida, que enfrentan conflictos que ellas no quieren escuchar”. Por eso su labor como artista no es separatista: lo mismo participa en protestas con gente trans, del colectivo LGBT+ y, sí, hombres que sufren discriminación por motivos de raza o clase.
“No entiendo por qué dejar a alguien fuera o discriminar es político”, explica, “no entiendo por qué creen que eso va a transformar algo”.
Lily Cursed, señoras y señores. Remember the name. Sigan a Paste up morras y otras colectivas. Se puede ayudar a cambiar esta cantina nocturna que llamamos mundo, y lo puedes hacer desde tu esquina del planeta.
Sal a pintar, marcha, protesta, no te quedes callado.
Participa en las colectivas, avanza, que tienes compas que te irán guiando y otros que irán detrás de ti.