La escena del rap mexicano es caprichosa. Así como pueden existir grandes estrellas que han estallado en el mainstream como Babo, el vocalista de Cártel de Santa, o Aczino, el gurú del freestyle salido de Neza, también hay raperos con años grabando y compartiendo tracks y siguen siendo celebridades en nichos de colonia, de tocadas y cyphers pequeños. Y de repente uno de los raperos nuevos sale y crea piezas que saltan a ojos vistos como obras maduras, completas.
La nueva generación de la lírica hiphopera mexicana (y la global, en realidad, porque para ellos la recámara con la consola, los programas de producción y la computadora al lado, es el pasaje secreto por el que se comunican unos con otros) es la que creció en los tres años de la pandemia. Muchos raperos incipientes aprendieron a usar herramientas caseras para producir y compartir su música en redes.
Uno de esos jóvenes es Nicolás Septién. Como muchos de sus pares, Nicolás se acercó al rap desde varias esquinas. Una muy importante es su amor por la poesía y su afición por el skateboarding.
“Las batallas de rap nunca fueron algo que me interesara mucho”, dice. “En especial, yo las veía como gente diciendo ‘Ah, sí, mírenme, yo soy muy chingón’ y llegaba a sentirlo absurdo porque no se habían ganado esa arrogancia. En el skateboarding lo último que haces es sentirte chingón y ser presumido. En la comunidad de patineta, el ego se ve muy mal y yo creo que crecer en ese ambiente influyó mucho en mi punto de vista”. Nicolás es claro: la arrogancia es privilegio, no puede ser la actitud con la que llegas a tarima.
Nicolás es joven, aunque ya adulto: acaba de cumplir 22 años, pero el proceso de terminar su primer álbum empezó desde sus 16. Seis años de acumular técnicas, experiencias. Es un rap muy personal, intimista.
Sus temas son su familia, su interés en la política, la salud mental. Rapea en inglés porque ese es su idioma nativo (su madre es estadounidense).
Con una mezcla del español, casi siempre logra rimas interesantes en ese cruce de idiomas. Escape, su álbum debut, es producto de esa experiencia mixta, aderezado con una atmósfera confesional y un amor por la cultura pop, Escape es al mismo tiempo complejo y accesible, con beats ágiles y divertidos que, sin llegar a ser dance (aunque, bueno, si se quiere bailar, ¿quién lo impedirá?), son muy pegajosos.
Pero los dolores de crecimiento y llegada al mundo adulto son lo que mueve Escape. Nicolás exalta, catártico, sus sentimientos complicados sobre sí mismo. En su track “Back of my brain” rapea: I’m a piece of shit/ worthless in every little bit/ lazy little fuck/ can´'t even of a good rhyme for fuck. Bueno, I really felt it. Creo que cualquiera que lidia con una salud mental quebradiza–frágil, extra sensible–y se dedica a una labor creativa, puede entenderlo.
El estilo de Nicolás abreva del mejor rap de los últimos treinta años. “Un día empecé a oír rap y solo rap como por un mes. Wu Tang Clan y Tupac sobre todo” explica en entrevista.
Uno puede imaginarlo: un adolescente sensible en su recámara, entregado a esas rimas clásicas. “Freestyleo mucho en mi cabeza, creo que así empecé en el rap. Me vienen frases a la cabeza y me siguen todo el tiempo”.
Por ejemplo, su primer sencillo “Women of my life”, dice, surgió de repetir las barras “I would like to take the time to thank the women of my life/ Take time to show respect to the women of my life”.
“Women of my life” es un track personalísimo en el que homenajea a todas las mujeres que han acompañado a Nicolás durante su proceso de crecimiento. Su madre, su hermana Andrea, su nana, sus abuelas… Cada una de ellas recibe sus rimas específicas en las que el rapero les agradece por estar presentes. Muchos raperos se regodean en temas violentos, homofóbicos y misóginos como catarsis; no es el caso de Nicolás. Su rap viene de lugares suaves e íntimos, llenos de cariño por sus cercanos. “Por eso me gusta mucho Tupac, escribía sobre derechos de las mujeres, sobre su mamá”, explica, “muy íntimo y muy respetuoso”.
“Me gusta aprender solo” dice Nicolás. No es un hombre de clases, aprendió siguiendo a sus ídolos. “Vi Straight out of Compton, la película de NWA y de ahí seguí oyendo mucho rap”. Es una experiencia que muchos raperos jóvenes pueden entender.
Después de ver la cinta pensó que, hey, ¿por qué no rapear? “Me di cuenta de que las rimas me venían rápido y siempre me había gustado igual la poesía”. Pero no se considera poeta en sentido estricto: “Lo que no me gusta de la poesía tradicional es que muchos poetas buscan lo bello y como un lenguaje más complejo, ‘poético’... A mí lo que me gusta del hip hop es que usa el lenguaje que usamos en realidad, crear poesía con el lenguaje que usamos siempre”. El hip hop como observación inteligible en la neblina cotidiana.
Nicolás empezó, pues, a producirse a sí mismo a partir de sus rimas a bote pronto. “Hice mis primeros beats en el programita de la compu, el Audacity. Vino un amigo que rapea y me dijo ‘No manches, tú eres productor, ¿me puedes hacer beats?’”. No quería decir que sí, cuando su inseguridad le decía que no. Pero dijo sí.
Y Nicolás se encontró a gusto. Descubrió algo sobre sí mismo que se mantenía oculto tras el muro de la duda autoinfligida. De ahí para el real. Nicolás se hizo un artista que rapea y puede producir su propio material. Por supuesto, los primeros intentos fallaron. Bajaba tracks de artistas que admira como Childish Gambino o Earl Sweatshirt y los remezclaba.
“Al principio claro que no salían tan bien”, dice, “pero me gustó luego cómo quedaban y decidí que iba a hacer mi propia música”. (Incluso creó su tienda de beats, disponible en www.beatstars.com).
Su disco empezó así, en un intento y error constante desde sus años de prepa. Muchas de sus canciones quedan como testimonio de su crecimiento como artista y (sobre todo) como persona. “Primero iba a ser un álbum muy corto, pero fui añadiéndole y metiendo más beats y rimas que se me venían a la cabeza”.
¿Cómo se inaugura un artista? Así, intentando, interesándose en el mundo. “Pensaba mucho sobre qué quería hablar. Comencé con lo clásico, comentario sociopolítico y así. Su despertar político se dio en 2018, con la última elección presidencial. Todavía no podía votar, pero dice: “Creo que hasta me daba gusto no poder votar porque me parecía todo tan complejo, me sentía muy insatisfecho con muchas cosas que estaban pasando… La democracia es el mejor sistema político que hemos creado, pero claramente hay muchas fallas. Creo que falla la implementación más que el concepto”.
Pero luego se topó con Earl Sweatshirt, que rapeaba sobre lo que quería y le gustó: le abrió una posibilidad. “No sé si llamar a este estilo como más honesto, porque el rap sociopolítico también es honesto, pero esto es más personal”.
Su música le sirve para dialogar consigo mismo sobre sus temas íntimos y su manera de concebir la armonía. Temas como “Sixteen” son más clásicos (inclusive tiene una sección de violines), otros son más experimentales. Es un estilo de amplio rango, canciones que duran unos pocos segundos y otras que duran cinco, ocho minutos. “Creo que experimento mucho, pero también tengo mucho respeto por lo clásico y lo pop, como los Beatles o Charlie XCX u Olivia Rodrigo”, dice. Su proceso: primero escribe la letra y luego piensa el beat y va creando “un concepto, una temática sonora”.
Nicolás tiene subido su material en Soundcloud, algo que lo acerca más a sus pares internacionales que a los mexicanos, pues en México no hay muchos raperos que usen esta plataforma— en la escena local se prefiere Youtube, Spotify y Facebook para compartir y promover material—, pero no se identifica con el movimiento mumble rap. “Ya ni se usa el término ‘mumble rap’”, explica, “es como una forma despectiva, creo, de criticar a nuevos raperos que suben su material a Soundcloud y han creado estilos por su cuenta. Mi música no es necesariamente de esos estilos, pero sin duda son estilos que me encantan”.
Los sencillos de Escape pueden conocerse en: https://soundcloud.com/nicolas-septien. Los dos primeros, “Women of my life” y “Noise”, también están disponibles en diversas plataformas: Spotify, Tidal, Amazon, YouTube y Apple Music.
Nicolás Septién representa a una nueva generación de artistas que se han hecho desde su recámara, oyendo música en sus audífonos y soñando.
Pero más que un sueño, hay una disciplina y capacidad de trabajo admirables. Verdaderos creadores hechos a sí mismos desde las herramientas caseras y las redes sociales. Mucho respect para ellos.