Dicen que el alma es híbrida. Cuenta el mito que cuando nos crearon nuestra alma era tan masculina como femenina y fuimos cercenados por los dioses en un afán de destruirnos. Sobrevivimos cortados en dos. Desde entonces las dos almas, siamesas trozadas, están destinadas a vivir separadas pero siempre buscándose con ansia, con furor. Con furia.
Hoy pasamos por un momento cultural interesante en Occidente. Esas almas cercenadas se convirtieron en híbridos ya no de dos esencias, sino de varias, muchas con pulsión propia e irrefrenable. El no-binarismo se ha unido a la lucha del colectivo LGBTTTQ+ para llamar nuestra atención al problema clásico del nacimiento del alma. Ya no somos dos por obligación, gracias al no-binarismo podemos reconocernos fuera de la convención dual. Uno y uno no siempre son dos.
Ningún icono cultural ha encarnado mejor la androginia (y más, finalmente es “el extraterrestre que cayó en la Tierra”, un verdadero ser de otro planeta) que David Bowie. Era David Bowie una criatura de ficción que tuvo la gracia de entregar un performance inolvidable cada vez que aparecía en el escenario, ya fuera en un concierto, una película o simplemente dando una entrevista. Para Bowie todo era una escena y él el protagonista. David Bowie, guía a tierras desconocidas de los hombres de su tiempo.
En el documental Seven Songs, Bowie declara que su fluidez de género le viene de infancia, pero la entendió del todo cuando leyó a la crítica cultural Camille Paglia: ser hombre o mujer es una actuación y a lo largo de la historia (sobre todo, la historia del arte, la mejor cohesión de la cultura) ha cambiado nuestra manera de desempeñar el rol. David Bowie eligió deliberadamente desde que se subió a un escenario que lo suyo sería transitar por todas las facetas del sexo-género-orientación.
Y ninguna creación de Bowie más fluida que Ziggy Stardust.
Cuando Bowie creó a su alter-ego Ziggy Stardust, pasaba por una etapa difícil. Se encontraba entre álbumes y seco de ideas. ¿Bowie seco de ideas? Hasta a los genios les pasa. En horas de desvelo, una historia le vino a la mente: la de Vince Taylor, un artista conocido suyo que en pleno furor bipolar aseguraba ser un dios extraterrestre. Escribió entonces la letra de “Ziggy Stardust”, la canción que se convertiría en un emblema, un estandarte para los fans bowianos.
Ziggy no tiene límites, puede ser trágicamente alien y gloriosamente humano, o al revés. La historia que Bowie le creó al personaje en el disco The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars es ambivalente. Ziggy sufre y conoce la apoteosis entre los humanos que lo idolatran y al final lo destruyen. Ziggy trata de salvar a la humanidad y al final no puede ni salvarse a sí mismo, mortal como todo los demás, terrestre o extraterrestre. Y cómo bien supieron los Olímpicos, hasta los dioses acaban fulminados por la soberbia y el exceso.
Ziggy también se convirtió en símbolo de la comunidad drag. David Bowie como drag artist pasaba de usar un traje y corbata muy ortodoxos a transformarse con los diseños de Kansai Yamamoto, el maestro japonés que sabía leer el estilo del ídolo como un libro, como una gitana te lee la fortuna.
A propósito de Ziggy Stardust como blueprint del no-binarismo y otras disidencias, la Galería José María Velasco presenta Polvo de estrellas, exposición colectiva con la que visten sus paredes en pleno Mes del Orgullo. No por nada el cartel de la exposición es un diseño que le rinde homenaje a una de las creaciones de Yamamoto para Bowie. (Como cuenta Mark Spitz, el biógrafo de Bowie más respetado, no todos los diseños de Yamamoto eran pensados para Bowie, pero vaya que le quedaban bien).
Como Bowie, los artistas de Polvo de estrellas toman un tema, la diversidad sexo-genérica, y la transforman en una explosión. Aquí no hay estilos, hay digresiones, conversaciones que no se acaban en un solo cuadro. Recorrer la exposición es una experiencia de goz. Se trata de un recorrido por varias obras y varios medios, desde la pintura figurativa hasta la videoinstalación y la escultura.
Con Ziggy Stardust como patrono y excusa, artistas de todo el espectro de género y orientación sexual presentan en la Velasco sus variaciones a partir del personaje de Bowie. Artistas fundamentales del arte contemporáneo mexicano como Nahum B. Zenil y Fabián Chairez, exploradores todoterreno como Terry Holiday y Alexis Mvgler y otros inclasificables como Pejman Behdarvand, nos demuestran que nadie entiende mejor la plasticidad del arte que aquellos que crean por afuera de las corrientes más conocidas.
La curaduría destaca por su buena mano eligiendo artistas de varias partes del país, en especial es de celebrarse que en el recorrido se pueda conocer a nuevos creadores.
Polvo de estrellas es la exposición a la que vas a querer ir en estos días del #PrideMonth. Como dice el meme, el pride va a ser importante mientras todavía haya quien prefiera morir antes que salir del clóset. Esta exposición es un closetazo abierto de par en par y da un abrazo a quien se acerque. El itinerario: ir a la marcha y luego darse una vuelta por Tepito para ver Polvo de estrellas en la Galería Velasco y luego rematar en las licuachelas. ¿Suena, no?
La Galería José María Velasco está en Peralvillo 55, colonia Peralvillo. Está muy cerca de Reforma. Ahí donde veas las letras gigantes y coloridas de Tepito, ya llegaste.
