Todo lo pop parece simple, effortless, un yo-también-puedo-hacerlo. Pero el pop verdadero tiene su cuidado. Un buen popero sabe cómo empacar su encanto para venderlo en la dosis adecuada.
Nina es una buena popera. Esta tarde de viernes en Innvictus Polanco no sería tan electrizante sin un montón de variables bien acomodadas. EMR hace su segunda parada con Nina, cantante pop venezolana que la está rompiendo en diversas plataformas. Su música es parte de EMR, nuestra campaña en Innvictus con la que reunimos a lo mejor de la música emergente de Latinoamérica.
Todo es muy pro con el entourage de Nina pero hasta en lo más pro hay espacio para el azar. ¿Cuánta gente vendrá? ¿Hará falta un toque mágico para encender la tarde?
Respuestas: sí–por supuesto que sí, ahora verán– y no, nada de artificios notorios. El pop a tope.
Falta casi una hora para el showcase con el que Nina se hacía parte de EMR y, oh, ¡el sitio está llenísimo! De verdad, la gente está emocionada y feliz de tener a Nina enfrente. El ambiente es notablemente excitante para una artista emergente.
Y es que creemos (me pasa al menos a mí) que la palabra “emergente” es una impronta que le aplicamos a lo desconocido, lo oscuro y hipster. No, Nina no es nada eso.
¿Cómo es el público que hoy está en Innvictus esperando a Nina con nerviosismo? Es la banda de la baseball cap y los piercings, de los overoles callejeros y las camisetas de actos alternativos. Urbanites totales de 16 años de edad. Y esta blogger es la persona más uncool de la audiencia, soy “la señora del blog”. Aquí hay un algo muy chic que quiero capturar porque parece que se me escapa.
El estilo es eso que te hace desmarcarte, pasar sin filtros por la aduana del deber ser. El público de este showcase está lleno de estilo.
¿Onda?¿Fans de Sabrina Carpenter? Por ahí, pero no es solo eso. Entre la audiencia un cuate sportea una playera de Tamino, artista belga que acaba de presentarse en la CDMX.
Pero vamos con Nina. Platicando con ella me dice que su música nació de los discos que le ponía su mamá: Alejandro Sanz, Reik, Selena Gómez, Demi Lovato. Desciende, pues, del pop de los últimos veinte años. Su pop es muy diáfano, naturalito, pero me repito: llegar a esa pureza requiere un método.
Nina compone y su EP Durmiendo con la luz prendida es una muestra de que en él hay algo más que beats virales para vivir la fugaz fama tiktokera. Tiene un corazón de un modo que, por ejemplo, “Please Please Please”, el megahit veraniego de Sabrina Carpenter, no tiene. Ahí donde Sabrina es chistosa, Nina es confesional y sincera. Todo en su EP debut habla de ser dolorosamente personal.
–Hay cosas que se me salen aunque no quiera–me explica Nina en una breve conversación después del show–en Durmiendo con la luz prendida no hay canciones de corazón roto en el sentido del amor romántico tan repetitivo en el pop, sino mucho alrededor de la amistad, de ser independiente, encontrarse a sí mismo en soledad.
Y de eso Nina sabe: comenzó a componer cuando se independizó de sus padres: “De repente tenía mucho tiempo… me puse a pensar en cosas en las que pensaba, pero no siempre había cantado. ¿Cómo decido qué temas abrir con el público? Pues no hay como una decisión consciente, busco temas y ya, va saliendo, primero la melodía, después la letra, fluye y ni siquiera sé exactamente de dónde sale”. “Pero sale”. “Sale”, contesta. De nuevo, el azar. Pero también el método.
El público está inquieto (seremos unos cien, suena poco, pero ocupamos buena parte del primer piso de Innvictus Polanco, y se trata de una audiencia especialmente entregada). Quisiera platicar con algunos, pero su coolness me intimida. Oigan, los millennials también tenemos nuestra onda… ¿Me oigo muy anciana diciendo “onda”? Seguro. Volteo con el adolescente más cercano para preguntarle cómo descubrió a Nina. “Por Spotify”, me responde con cara de “duh, ¿de dónde creías?”. Las plataformas a las que les cargamos mucho calor, como Spotify o Apple Music tienen algo que, a pesar de las críticas y la sana distancia que los hypebeasts musicales deben tener de los clichés que recomiendan por default los algoritmos, tienen su papel en el descubrimiento.
Sí, criticamos mucho a Spotify por sus prácticas injustas para con los artistas, pero sí sirve para descubrir música emergente: este showcase lo demuestra. Estos fans conocen a Nina por Instagram y Spotify, aman el EP, lo sienten suyo, un tesoro que ellos desenterraron. Así como sus padres definieron su gusto musical gracias a MTV y el radio, las plataformas le permiten a esta generación pintar su raya.
El show comienza con una referencia a las Ciudades Gemelas de Venezuela–Araure y Acarigua–en las que Nina creció. La canción “Ciudades gemelas” es un himno nostálgico (cada generación cree que ya ha inventado la melancolía… y tienen razón).
Canta Nina sobre recordar, pero “sin pensar en ti”. Y el público aquí reunido se la sabe. Corean: “como tú estás bien sin mí”. Es el llamado: celulares arriba like we don't care (but we care, because it hurts). Nudo en la garganta cuando el público corea cada pieza, ESTO es la experiencia pop cuando acaba de nacer. Se la saben, obvio replican. Canta un cover del español San Senra.“Dando tumbos persiguiendo tu calle”, canta Nina en “Ya no te hago falta”. No quiero sonar exagerada y cursi, pero esta versión pequeñita y enorme me parece más bella que la original.
Luego llega el turno de“Mariposas”, parte del EP. Los críticos todo lo queremos clasificar: ¿la canción es un brote urbano en un disco que debería ser puramente balazos? Bueno, a estos fans no les importa nuestra opinión. Reciben “Mariposas” con una ovación.
Le adivinan las canciones. “Los Alpes” es la que sigue a continuación y un cuate enfrente de mí le comenta a su compa: “Le voy a mandar el videíto de “Los Alpes” a mi mamá”. “¡Weeeeey, a mi mamá también le encanta!”, contesta el otro. Y qué gran canción es “Los Alpes”, es un muestrario de todas las capas de la música de Nina. Evocativa y triste.
Este show es un acto canónico, como Nina dice. La primera vez que le pasa esto, que se sepan sus canciones y las canten a voz en cuello. Es el nacimiento pop.
Nina se entrega y sus fans lo agradecen. Firma autógrafos en todo: sudaderas, billetes, hoja arrancada de un cuaderno. Algo curioso es que gran parte de los presentes son adolescentes varones. Quizá al fin hemos llegado a una generación de hombres que ya no temen en expresarse.
Also: ¿por qué se tiene la vivencia de que ser adolescente es uncool y awkward? No crezcan, lo mejor es tener 15 años y estar aprendiendo a producir y llevar unos Converse. Y corear canciones sentimentales sobre ir de viaje a Japón. Yeah!