Se dice que de la moda lo que acomoda. Quien inventó ese dicho seguramente era hombre, porque lo que es la moda femenina nunca—o casi nunca— se ha tratado de la comodidad. También puede ser incómoda cuando planta cara al establishment. De eso va Representaciones femeninas en transformación, exposición en el Museo Nacional de San Carlos en la Ciudad de México.
El título de la expo suena de lo más academicista y aburrido, pero lo cierto es que el recorrido es de lo más atractivo, una explicación a lo que todavía sigue siendo staples de la moda para mujeres. Por ejemplo, se explica el origen del corsé como prenda al mismo tiempo como objeto de moda pero también como de control: la política imprimiéndose en los cuerpos de las mujeres.
La exposición recorre la historia de la moda femenina entre el siglo XIX y las primeras seis décadas del siglo XX. La selección de piezas da antecedentes a la moda como poder, prestigio y abolengo. La moda siempre ha sido un despliegue de exclusividad pero desde hace unas décadas la presencia de la moda callejera.
Pero no nos adelantemos. ¿Has tenido la curiosidad de saber de dónde vienen las tendencias y por qué de repente algo se lleva o se deja de usar? La exposición lo explica y durante un par de siglos la respuesta fue política. El cuerpo de las mujeres fue (y todavía es) visto como un objeto al cual controlar como pieza de tesoro. Es la mirada masculina proyectada sobre las mujeres.
Sin embargo, no sólo los hombres han impuesto históricamente la moda, las mujeres mismas hemos aceptado las tendencias, las temporadas, los desfiles. Dicen que si quieres saber si la esclavitud es terrible, le preguntes al esclavo. Hum. A veces el dominio tiene la sumisión voluntaria del dominado.
El recorrido muestra diversas representaciones del cuerpo femenino en pinturas, prendas, publicidad, películas y otras piezas de la cultura pop (y no tan pop) de los últimos doscientos años. De los salones de té a la vida urbana. De la era victoriana a Coco Chanel. En medio, el modo de ser mujer. Cosméticos, perfumes, vestidos de novia y el “new look” de Christian Dior.
La selección incluye varios cuadros de arte europeo y mexicano que provienen tanto del propio Museo de San Carlos como de coleccionistas privados. Del adorno a la liberación. Siglos de decirnos qué significa ser suave, femenina, contenta y sonriente. Ser mujer: una sofisticación, un cuidado disciplinario. Odiar el corsé, amar la cinturita de avispa.
Quien domina impone la moda, porque el poder también permea la cultura cotidiana como modo de aceptación tácita del estado de las cosas. La exposición no deja de pasar por lo ridículamente. ¿Por qué los vestidos de las mujeres hace doscientos años tenían ese trasero elevado, como si llevaran a un enano cargándoles las pompas? La prenda que daba se efecto se llama “polisón” y convertía la silueta femenina en un contraste: la cintura chiquita por el corsé, el trasero enorme por el polisón. Si Mary Poppins podía volar con semejante outfit quién somos nosotros para cuestionar esas rarísimas elecciones fashion.
Pero, oigan, ¿eso ya se llamaba “fashion”? ¿Cuándo nació la haute couture tan como la conocemos hoy? Las tiendas, las pasarelas, el ir de shopping como acto social y hasta de resistencia son rasgos de la modernidad. Lo que es decir que no sabríamos cómo vestirnos si no fuera por los medios de comunicación como este blog nuestro.
Revistas como Vogue que son biblias del estilo nacieron temprano en el siglo XX y su influencia cultural no puede obviarse. Así como antes la moda era decidida para nosotras… y después decidida por nosotras gracias a las revistas, las tiendas departamentales y la llegada de los grandes diseñadores como celebridades: los monstruos sagrados de apellido Chanel, Dior, Ferragamo, Gucci.
¿Alguna vez has oído hablar de las flappers? Son esas mujeres que los locos de los veinte, hace cien años, liberaron sus cuerpos. Piensa en la era del jazz, esa época del charleston, mujeres que fumaban en boquillas con un martini en la mano. Adiós a las cinturas apretadas, hola a los vestidos sueltos, el cabello corto, los grandes accesorios. Eran mujeres sueltas, insinuantes, sensuales y hasta sexuales. Si tienes ojo de hypebeast te darás cuenta que esa onda sigue estando presente en las trends de hoy. O sea, si te vistieras de flapper, igual te verías cool ahorita. Aquello fue una revolución: las mujeres de la era del jazz caminaron para que las mujeres con corte bob del emo pudieran volar.
El pelo tiene su lugar en la exposición. Es muy chistoso que los diseñadores de la exposición recuperen piezas periodísticas en las que los hombres (onvres has always been onvres) se escandalizan del cabello cada vez más corto en las cabezas de las mujeres. ¿Miedo? El pelo femenino fue objeto de crónica, seguido con curiosidad por autores claves de la literatura mexicana como Salvador Novo, José Gorostiza o Xavier Villaurrutia. Las “ultrapelonas” escandalizaban. Good, soooo good. Se outrageous, audaz y que los conservadores te digan que no lo hagas. Todo eso es signo de que eres libre.
Es fregón como el recorrido pone contextos. La moda callejera como la que es protagonista en este blog de Innvictus se la debemos a nuestras abuelas. En la década de los sesenta nació nuestra noción contemporánea de la moda juvenil. Por primera vez las opciones no estaban en extremos. Antes o te veías como una niña o como una señora, es decir, pasabas del dominio de tu padre al de tu esposo. No, nuestras abuelitas quemadoras de brassieres, usuarias de la píldora anticonceptiva, con su bikini en la playa y hippies en la universidad, dijeron basta. Amor libre y mucha piel al aire. Nuestras abuelas locas y chics, las que no pedían perdón por ser libremente sexuales y se levantaron por las causas justas. La próxima vez que quieras mentarles la madre a los boomers, piénsatelo: sin esos boomers no tendríamos streetwear revolucionario y contracultural.
La diseñadora Mary Quant fue uno de los nombres claves de la época: creó, ni más ni menos, la minifalda. La exposición la menciona brevemente, pero su influencia no debe ignorarse. Quant es tan importante en la historia de la moda como Coco Chanel. Fue Quant la primera que hizo famosas a las top models, sobre todo a Twiggy, la modelo celebridad por excelencia. Con su pelo corto y su delgadez chic, Twiggy fue la role model de toda una generación. Por supuesto, Twiggy llevaba minifalda.
Representaciones femeninas en transformación se alimenta de mucha publicidad, juguetes, periodismo (¡el recorrido cierra con Barbie como símbolo de liberación! Eso no deja de ser controversial, pero con el rescate de la influencia cultural de las muñecas Barbie—sobre todo a partir de la película—es necesaria para toda muestra de la representación femenina) y, de manera muy importante, películas. Al final del recorrido se pueden ver fragmentos de cintas mexicanas como Tajimara, Patsy mi amor y una de las películas más cool del mundo: Los caifanes. Uff, saldrás con ganas de verlas todas. El style de Julissa rules, por cierto.
Representaciones femeninas en transformación incluye grandes nombres del arte mexicano, o que hicieron carrera en México como Tina Modotti, Edward Weston, Ángel Zárraga (ojo con su pieza “La femme et le pantin”, verdadero homenaje a la figura de la femme fatale) y Ernesto “Chango” García Cabral, que con sus viñetas en la Revista de revistas, documentó la historia de la moda femenina durante las cuatro décadas que existió esa publicación.
Ser mujer tiene mucho de opresivo, pero también de contracultural. Ser mujer ante el patriarcado es revolucionario por sí mismo, pero serlo sin vergüenza, con atrevimiento es resistencia. La moda puede ser impuesta pero hacerla tuya es libertad. Dicho sea de otro modo: que la revolución nos agarre echando rostro. Así sea.
Representaciones femeninas en transformación se puede recorrer en el Museo Nacional de San Carlos (Avenida México-Tenochtitlán 50, colonia Tabacalera, CDMX).